Montaigne, creador del ensayo
Por Martin Riva
Hay distintos tipos de ensayos, pero en sí el creador de los ensayos, de esto que ahora conocemos como ensayo, que es un género de escritura, ha sido el francés Miguel de Montaigne, y lo hizo hacia el siglo XVI, con su libro Ensayos, cuya influencia llega hasta nuestros días, y seguramente continuará, y cuyas influencias hacen que sea uno de los precursores, entre otros, de Shakespeare y de Voltaire. Si bien es cierto que hoy en día leemos o decimos que ciertos escritos anteriores a Montaigne son ensayos, en su momento no eran considerados de este modo: eran diálogos, discursos y otras cosas, pero no eran ensayos desde su perspectiva temporal, sino que a partir de Montaigne renombramos o reubicamos a esas obras dentro de este género.
Montaigne, lo que hace, entonces, entre otras cuestiones, es crear un género de escritura. Un género que terminó ocupando distintas áreas. Porque ahora podemos agrupar, luego de Montaigne, aunque fuera hacia antes de Montaigne, ensayos literarios, filosóficos, biográficos, pedagógicos, históricos, y hasta puede pensarse que todas o casi todas las disciplinas existentes y por existir pueden tener su tipo de ensayo. Un ensayo es, centralmente, un escrito reflexivo. Hay ensayos dialogados, narrativos, poéticos. También pueden variar los soportes y modos de abordar la cuestión del ensayar. Pero sumado a estas características, además de la cuestión reflexiva, lo que hace que un ensayo sea y lo que hace que no lo sea, tal vez, en muchos casos, sigue siendo eso que Montaigne creó o potenció: la idea de abordar la cosa no sólo por la cosa misma sino para que en la cosa se encuentre al sujeto. Dicho de otro modo, Montaigne no habla de literatura, filosofía y muchos otros temas solamente y fundamentalmente para pensar de manera coherente lo que aborda, sino para encontrarse y mostrarse a sí mismo. Aquí aparece la diferencia fundamental con otros escritos similares pero no iguales, por ejemplo, los escritos que desde nuestra perspectiva podemos o solemos encuadrar como ensayos, o escritos posteriores, pero que central y fundamentalmente, lo que buscan, a diferencia de Montaigne, es pensar la cosa y no tanto darse a conocer sus autores. Con esto no quiero decir que Montaigne dejaba de lado la búsqueda de la coherencia, la estética y la ética, sino que su prioridad estaba en conocerse y mostrarse a través de sus escritos. Por supuesto que ha logrado muchas veces la coherencia, la belleza y aportes éticos y culturales.
Tal vez con la cita próxima podrá comprenderse y verificarse mejor lo que dije anteriormente. Escribe Montaigne (Ensayos, II, X: "De los libros"): "Sin duda hablo a veces de cosas que han tratado mejor y con más verdad los maestros de los respectivos oficios. Yo aquí me limito a ensayar mis facultades naturales y no las adquiridas, y quien me coja en ignorancia nada hará contra mí, porque nada alegará otro sobre mis discursos que no me haya alegado yo; y añado que no estoy satisfecho de ellos. Quien ande en busca de ciencia, cójala donde se aloje, que yo no profeso tenerla. Éstas son solamente mis fantasías, con las que no pretendo hacer conocer las cosas, sino hacerme conocer yo."
Decía que pienso en otros soportes y modos de abordar la cuestión del ensayar, y el propio Montaigne escribió al respecto (Ensayos: III, V: "Sobre los versos de Virgilio"): "Si hay en Francia, en los campos, en la ciudad o donde fuere alguien que, sosegado o errático, coincida con mis humores, avíseme e iré a procurarle Ensayos en carne y hueso."
Por un lado, este fragmento, más lectura de la obra de Montaigne, me hace pensar en lo muy alejado que se encontró en ciertos momentos de ambientes favorables a la reflexión, a la empatía cultural, pero por otro lado, que el ensayar, también, como otras actividades, es una manera de ordenar, pensar, crear, refutar, vindicar, fantasear, de conocerse a sí mismo, y darse a conocer a otros, y este darse a conocer a través de un escrito, que es también un diálogo, podría pasar a otros modos y soportes. Por lo tanto todos podemos ser ensayistas si bien se mira. Recuerdo que en su momento decía, a modo de chiste, que la culpa de que existan tantas opiniones la tiene Montaigne, que fue quién inventó la opinión. Este chiste postulaba que a partir de Montaigne pareciera que se hizo válido el hablar sobre una cosa para hablar de sí mismo, y que la ignorancia o conocimiento casi paso a ser un tema secundario. No estoy afirmando lo que digo, sino sólo aludiendo al mal social del exceso de opinión descalificada que nos toca vivir en nuestras sociedades, llena de mediatización y comentarios repetitivos, superfluos, equívocos, feos. Es claro que existe el derecho a hablar sin saber, el punto es que se ha ido expandiendo esta costumbre hasta llegar el exceso nocivo de quitarle los espacios propicios para los que sí podrían hablar con el conocimiento de la cosa. Por último, al respecto de esto, vale decir que muchos de los que se muestran a través de sus reflexiones, nos muestran su escasa formación cultural, su brutalidad, su agresividad innesaria, lugares nocivos del pensamiento, su falta de ética, su alejamiento de mejores construcciones sociales e individuales, etcétera, etcétera. Y no podemos hacer responsable a Montaigne de ello, y que sólo era el comentario de un chiste dicho al pasar.
Queda claro pues que un ensayo es relevantemente un hacer reflexivo, y que se puede abordar desde distintos soportes y desde distintas maneras, y que existen como mínimo dos grandes grupos: los que buscan encontrar el valor verdadero de la cosa o los que buscan expresar al sujeto. Tal vez exista una tercera generalización que es la que busca y logra ambas, es decir, la que analiza coherentemente a la cosa pero que al mismo tiempo expresa al sujeto, y viceversa. Y, que el ensayo es un género de escritura pero también una actividad que puede trascender la escritura, y llegar a la presencia del cuerpo, de lo visual, de lo sonoro, y relacionarse y potenciarse con otras costumbres, artes y ciencias.
Extraído de
http://www.ensayosdeliteratura.com.ar/2008/04/qu-es-un-ensayo-escrito-de-martn-riva.html